miércoles, 16 de noviembre de 2022

The Tunnel, William Gass

El mismo día que compré The Tunnel William Gass se murió. Esto volvió, debo aceptar, un tanto tétrica la experiencia de lectura, superando incluso su contenido. The Tunnel es un juego introspectivo, un soliloquio entrópico de William Frederick Kohler, un profesor universitario de historia con tendencias fascistas, pesimista, depredador sexual, que odia a sus hijos, a su esposa y a sus colegas de trabajo. El libro comienza con Kohler tratando de escribir el prefacio para su obra maestra: Guilt and Innocence in Hitler's Germany. Sin embargo, a raíz del bloqueo del escritor, pronto se encuentra escribiendo sobre su propia vida, sus propias miserias, su dura infancia, su soledad y su ira con el mundo, destilando una pestilencia que resquebraja la corteza que oculta la parte más oscura que nos forma como seres humanos. Kohler deja que el embrión envenenado que lleva dentro hable por sí solo, que se exprese a su gusto haciendo de Kohler un espectador que asiente y no se achica ante su propia vida.

Pero la verdadera historia se despliega cuando Kohler, como un minero aficionado, emprende la tarea de cavar un túnel en su sótano, mientras guarda la tierra que expulsa dentro de unos cajones para que su esposa Martha no lo sepa. De esta forma, se da inicio a una exploración personal que sigue el ritmo del túnel (una exploración que evoca más bien a una confesión de un condenado a muerte). Cuanta más tierra saca, más profundo entra en el túnel Kohler, y más profundo el lector penetra en su pasado y ontología. Así, la corriente del libro es exponencial y paralela a su tarea, a medida que nos adentramos en el túnel, más secretos salen a la luz, más miserias se revelan y más el lector va comprendiendo la angustiosa psiquis del protagonista. Esto no será fácil, sin embargo. Porque detrás de su llamado pesimismo y sus inclinaciones misantrópicas, Kohler es una persona inmersa en impotencia ante su existencia, y en muchas ocasiones sus rants se irán desvaneciendo a merced de su sufrimiento, que se rehúye pero rara vez se ignora.

Y hay algo que hace todo el proceso de lectura aún peor y más incómodo: el odio de William Kohler es, casi en su totalidad, fundado. Nadie va preso por lo que piensa, sino por lo que hace (side note: sí tiró un ladrillo a la ventana de un comercio judío durante la Kristallnacht, en 1938). William Kohler es una persona que, como dijo Gass sobre sí mismo, "Odia. Mucho. Profundamente". Esto sitúa al lector en una situación contradictoria, inquietante. Recuerdo un capítulo sobre, por ejemplo, el arte de la intolerancia, a través del padre de William, un simpatizante de la extrema derecha. O también recuerdo un capítulo insuperable sobre las distintas personalidades de los compañeros de trabajo del protagonista, en el que los degrada y ataca sin miramientos pero de una manera tan brillante que no me quedó otra que rendirme de fascinación. Pero insisto en que no resulta cómodo leer sobre esas cosas. Hay que aprender a ver lo que yace detrás del filtro de inquina que supone la mente de Kohler para no perderse en la manipulación de este. (También hay muchísimas partes asombrosas que no caen en ninguna polémica, claro, como la comparación entre las guerras y las peleas domésticas, que me hizo reír bastante).

William Kohler, como ya dije, es un profesor de historia, y en esto se detiene en varias ocasiones la novela: en lo que es la historia, para qué sirve, cuán fiable es y cómo debemos afrontarla. Múltiples puntos de vista toman forma y se plantean desde todos los ángulos. Asimismo, The Tunnel es un libro sobre el lenguaje. Aquí el lenguaje se celebra, se manipula, traspasa convencionalismos (¿Wittgeinstein?). Este no es un libro optimista, pero también cabe resaltar que William Kohler en ocasiones se libera de su traje de estoicismo y aberración y se explaya sobre asuntos más privados, tales como sus relaciones extramatrimoniales y cómo una de ellas lo llevó a hallar el amor, su doloroso duelo por su pérdida y su frustración ante lo que es incapaz de transformarse, junto con, por el lado de la infancia, el trauma de una madre alcohólica y un padre que nunca le dio el reconocimiento que, quizá, merecía. En todo eso último radica la tragedia de Kohler y su perfil más humano.

Leyendo la reseña de Michael Silverblatt para L. A. Times me encuentro con algo que vale la pena mencionar: "El problema con el personaje no es que sea un monstruo, el problema es que el monstruo haya tomado una forma humana reconocible. La gente común siente sus desilusiones con ardiente resentimiento todos los días. La gente común piensa en pegarle a sus hijos, y otras personas ordinarias incluso lo hacen. Nos sentimos cómodos culpando a un Hitler, pero en este libro Hitler es solo una chispa que incendia el resentimiento". William Kohler es un pensador, no una persona que toma un papel activo contra lo que cree (a excepción, una vez más, del incidente de 1938), y varias aristas de su odio, se ve y se explica, están persuasivamente justificadas. De eso se trata este libro: de inquietarnos. Dicho sea de paso, una novela que logra un efecto parecido es El fin de Alice, de Amy Homes, la cual recomiendo mucho.

La escritura, por otro lado, es superlativa. Cada oración de Gass está esculpida, no meramente escrita. Las oraciones son suicidas, asfixiantes y maravillosas, oraciones que se prologan tanto que te quitan el aire y te transportan hacia los pensamientos de Kohler junto con los impulsos nerviosos que hacen posible su memoria. Existen pocos autores que conozca capaces de lograr este nivel sublime de escritura (ahora se me vienen a la mente Joseph McElroy, Vladimir Nabokov y no muchos más). Treinta años estuvo escribiendo Gass este libro. Sin esta calidad de escritura, probablemente la novela hubiese caído muerta víctima de su propio peso, puesto que no habría nada que la sustentase. Aquí solo hay un hombre que cava y, como diría Hemingway, se desangra ante el filo de sus páginas.

The Tunnel es uno de los mejores libros que he leído en mi vida. The Tunnel es una novela brillante, de lo más extraordinario en años, y quiero que la lean.

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