miércoles, 16 de noviembre de 2022

El plantador de tabaco, John Barth


Luego de nueve días y más de 1200 páginas puedo decir con total seguridad que El plantador de tabaco es una obra maestra. Una historia declamada por decenas de personajes variopintos que entran en escena para luego salir y volver a entrar cientos de páginas después, piratas, esclavos, indios, personajes históricos como Charles Calvert, Francis Nicholson o el mismo Ebenezer Cooke y múltiples relatos dentro de relatos. Una locura llevada a su grado máximo, en la que la identidad carece de valor real y su suplantación es moneda corriente, la virginidad es un prestigio ilusorio entre el trasfondo de la masacre entre nativos y conquistadores, el límite entre lo salvaje y lo civilizado se difumina y una intriga política tan enrevesada y desesperante que no se tiene nunca constancia de lo que sucede.

La escritura de Barth me resultó extraordinaria, en especial por su manejo de los tiempos para hacer determinadas revelaciones. Cuando el libro comienza a lentificarse, saca una sorpresa debajo de la manga que propulsa la historia por unos cuantos capítulos que hacen del proceso de lectura un viaje de lo más adictivo. Sus descripciones envuelven al lector en la atmósfera del Maryland del siglo XVII e inicios del XVIII y los diálogos, aunque a veces pecan de artificiales, se sienten reales a pesar de las exageraciones propias de la sátira.

Lo principal de El plantador de tabaco es la burla al sentido de la vida, de la conexión de los hechos y de la seriedad con la que (quizá) debería tomarse la existencia. Todo lo que ocurre en este relato (y en parte epopeya) es un delirio que sobrepasa cualquier esencia significativa. Barth se sienta sobre miles de años de escritos filosóficos y proclama desde la altura un nuevo orden: el caos. La endeblez de la historia y de lo que nos hace ser quienes somos. Rompe la moralidad impuesta, la ética absurda y la inocencia inconcebible y despliega una sucesión de aventuras no solo grandiosa sino también inquietante.

En fin. El plantador de tabaco es una obra maestra plagada de humor, inteligencia y profundidad, que recomiendo sin dudarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los sorias, Alberto Laiseca

Podría partir con  Los sorias  escribiendo sobre sus dimensiones, su longitud demandante, su pesadez física tremenda, su densidad que se pla...