Lo principal de El plantador de tabaco es la burla al sentido de la vida, de la conexión de los hechos y de la seriedad con la que (quizá) debería tomarse la existencia. Todo lo que ocurre en este relato (y en parte epopeya) es un delirio que sobrepasa cualquier esencia significativa. Barth se sienta sobre miles de años de escritos filosóficos y proclama desde la altura un nuevo orden: el caos. La endeblez de la historia y de lo que nos hace ser quienes somos. Rompe la moralidad impuesta, la ética absurda y la inocencia inconcebible y despliega una sucesión de aventuras no solo grandiosa sino también inquietante.
En fin. El plantador de tabaco es una obra maestra plagada de humor, inteligencia y profundidad, que recomiendo sin dudarlo.

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